Tomemos el mejor ejemplo, el de la Sagrada Familia de Nazaret
Querida Lupita:
Con 6 años de casada y dos hermosos pequeños, deseo con toda mi alma formar un hogar feliz. Sin embargo, no sé cómo actuar porque vengo de una familia en la que no hubo papá y mi mamá trabajaba tanto que nos veía poco. Mis hermanos y yo crecimos solos y sólo sabemos que no queremos lo mismo para nuestros hijos.
¿Cómo lograrlo?
Anabel K.
Hermana mía, Anabel:
Hoy se nos dice que la familia está enferma, que en ella hay maltrato, descuido, abandono, abuso, injusticia y muchos otros males. Y desde luego, esta realidad se da en algunos hogares, pero no podemos generalizarla. Estas familias no están cumpliendo su misión como comunidades de vida y de amor. Necesitamos sanar y orientar a estas familias que sufren, recordándoles su sublime misión.
Para hacer familia, tenemos el mejor ejemplo en la familia de Nazaret. Imaginemos el trato que daría José a María y a Jesús. Sabemos que era un hombre justo, que supo escuchar siempre a Dios primero, respetó y protegió a su familia. ¿Y María?, era diligente y humilde. Observaba con delicadeza y ayudaba en lo que se hacía necesario. Confiaba en José y le apoyaba en todas sus iniciativas. Ella santificaba los pequeños detalles de la vida cotidiana ofreciendo sus pensamientos palabras y obras a Dios.
Ellos construyeron un hogar ideal, pero para nosotros podría tratarse de algo irreal. Sin embargo, tenemos un anhelo de trascendencia, un sueño o impulso de ir a lo más alto, a lo más digno y bello. Por eso vemos en la familia de Nazaret, el ideal de un hogar cristiano y esto nos inspira a mejorar cada día, sabiendo que recorremos un camino que tiene una dirección concreta: ¡el Cielo!
Lo mejor que podemos hacer para alcanzar la felicidad deseada en casa, es incluir a Dios en ella.
Estudiar la Biblia, conocer el Magisterio de la Iglesia en sus diversos documentos y siguiendo las catequesis de nuestro Papa Francisco, conociendo la vida de los santos; además integrar ciertas tradiciones familiares que nos conecten con nuestro destino eterno: cantos de alabanza a lo largo del día, rezo del Rosario unidos, obras de misericordia realizadas en familia, Misa dominical imprescindible…
“Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca”. (Mt. 7, 24)
Lupita Venegas/Psicóloga
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