Lupita Venegas, Psicóloga
Querida Lupita:
Mi esposo me dejó por otra persona, luego me pidió perdón y
regresó al hogar, pero he notado que sigue hablando con ella. Cuando
lo confronto, él lo niega. No sé qué hacer.
Verónica J.
HERMANA MÍA, VERO:
Nos cuesta trabajo tomar decisiones siempre, especialmente cuando no tenemos un proyecto de vida claro.
¿Cuál es tu sueño respecto a tu familia?, ¿cómo quieres vivir?, ¿consideras que hay un destino eterno?, ¿crees en Dios y en su deseo para las familias?
La infidelidad en el matrimonio es una ofensa a la castidad, es gravemente
contraria a la dignidad de las personas, constituye un escándalo que debemos evitar y erradicar. Puede comprenderse, pero no justificarse.
Sin embargo, no vale la pena romper un hogar cuando el que ha traicionado pide perdón. Sabemos lo que dice el Señor: perdona, perdona siempre.
El perdón cristiano implica arrepentimiento y crecimiento. Esto significa
que quien ha fallado ha de reconocer su falta y reparar los daños causados.
El infiel debe reconstruir su relación, poniendo medios para vivir en el plan
de Dios y comenzar como hombre nuevo.
Y el que ha sido la víctima, también ha de renovarse en Cristo.
Ante la acusación de infidelidad, quien ha sido señalado puede aceptar
o negar la falta:
1-. Si la acepta y pide perdón, la parte afectada puede pedir ayuda para perdonar y perseverar en el amor, confiando en Dios y en su cónyuge.
2-.Si la niega, en cierto modo está afirmando que no quiere perder a su familia. Conviene creerle, al mismo tiempo que se emprende un camino de superación personal y matrimonial. Seguir con dudas y desconfianza es desgastante y predice que la relación no será restaurada.
3-.En lugar de usar nuestro tiempo, energía e inteligencia para tratar de
“atrapar al otro”, re-dirige tus esfuerzos para alcanzar tu sueño. Trabaja en tu propio crecimiento personal y hazle propuestas para alimentar el amor conyugal de la mano de Dios.
Los retiros matrimoniales han probado una extraordinaria eficacia en la
reconstrucción de matrimonios y hogares.
El enemigo de las almas desea destruir a la familia, no le permitas que
gane en tu contienda, ofrécele a Dios poner todo de tu parte y consagra a
tu esposo e hijos a su inmaculado corazón. Sé fiel al plan de Dios sobre tu
vida y Él restaurará el amor verdadero que hay entre los dos.
