Karime Ramos Godoy
En el mundo en que vivimos es muy fácil perderse en los diversos pensamientos o corrientes relacionados con el medio ambiente y el bienestar del hombre; nos vemos rodeados de información que se presenta como “la mejor” forma de vida, la que lleva a que encuentres el equilibrio o que los demás te perciban como exitoso. Existe una carencia de formación ética en nuestros jóvenes y niños, quienes incluso se animan a apoyar corrientes individualistas que promueven el relativismo y que sólo alejan del verdadero fin del hombre y de los medios para alcanzarlo.
No podemos permitir que la educación ambiental y ética de nuestros hijos esté en manos de lo que dicta la mercadotecnia y el modo individualista, capitalista y relativista de ver y vivir el mundo. Debemos encargarnos de que se entienda que el cuidado del medio ambiente corresponde a todos y que debemos cuidarle para subsistir, sin embargo, jamás valdrá más una vida animal o vegetal que la de un ser humano.
Tenemos en nuestras manos el deber de generar conciencia de que no toda corriente que cuida “lo verde” cuida y se ocupa de preservar la existencia del hombre en el mundo. Es momento de que como Cristianos tomemos las riendas de la educación ético-ambiental de nuestros hijos. Salvo que tengamos títulos de propiedad en marte, un planeta bien cuidado y las herramientas para lograr su preservación y protección son la mejor herencia que podemos dejar a las futuras generaciones.
No podemos, y mucho menos debemos, separar nuestros actos de la naturaleza o medio ambiente y mucho menos de la ética, de la calificación moral, de su bondad o maldad. Todo lo que hacemos que cuida o daña el medio ambiente deja un precedente para las generaciones futuras y nos lleva o nos aleja a nosotros de un verdadero buen vivir, de ese buen vivir que nos acerca a la verdadera felicidad y no a la efímera que hoy tanto nos venden.
“La ecología humana implica también algo muy hondo: la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno” (Laudato si n. 155)