David Hernández
Ceniza viene del latín “cinis”, y con la imposición de ésta se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual (Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús).
Este tiempo del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: “metanoeiete”, es decir “Conviértete”. Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras “Conviértete y cree en el Evangelio” y con la expresión “Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás”, invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión.
La conversión no es sino un volver a Dios, un sinónimo de ella es la palabra “penitencia” entendida como cambio de mentalidad.
El Miércoles de Ceniza realizamos el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente (este año será sobre la cabeza), fruto de la cremación de las palmas del año pasado. Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.
